Síndrome de Fatiga Crónica

Síndrome de Fatiga Crónica

Dr. Luis Arboleya
Reumatólogo del Hopital Universitario Central de Asturias

El síndrome de fatiga crónica (SFC) es un trastorno heterogéneo, de causa desconocida, que se caracteriza por cansancio extremo de más de 6 meses de duración. Se acompaña de múltiples síntomas, siendo los más frecuentes los siguientes: 

- cefalea recurrente (90%),
- problemas de concentración y/o de memoria (85%),
- sueño no reparador (94%),
- dolor músculo-esquelético (75%)
- problemas psiquiátricos (65%).

A pesar de haber sido reconocido como una enfermedad por la Organización Mundial de la Salud, hace décadas, aún sigue provocando controversia y algunos profesionales de la salud dudan de su existencia. Este es el motivo por el que prestigiosas organizaciones como el Institute of Medicine (IOM) norteamericano, tratan de aportar su experiencia para que su impacto sea reconocido y se preste más atención a los pacientes afectados, indicando en una reciente publicación que el SFC es una enfermedad sistémica compleja, crónica y seria que puede afectar profundamente a las vidas de los pacientes.

 

Ahondando más en la naturaleza real de la enfermedad, Ganiats, profesor de la universidad de Florida y líder de opinión internacional en este campo, dice textualmente que “no es, como muchos médicos piensan, un problema psicológico”, aunque deja claro que los pacientes con SFC que también tengan un problema psiquiátrico deben ser diagnosticados y tratados correctamente.

¿Cuántas son las personas afectadas?

Se estima que la prevalencia del SFC es de1 caso por cada 1000 habitantes, en los países desarrollados. Según el IOM afecta a un número de estadounidenses que oscila entre 836.000 y los 2.5 millones, cifras más elevadas que en nuestro entorno y cuyos costes médicos directos e indirectos alcanzan los 20.000 millones de dólares anuales. En España, hay unos 40.000 afectados, lo que implicaría que en Asturias hay aproximadamente unos 1000 pacientes (por 20.000 con fibromialgia).

¿Se conoce la causa del SFC?

No se conoce la causa del SFC. Se han detectado alteraciones en múltiples órganos, aunque no se sabe sin causa o más bien consecuencia de la enfermedad. De forma resumida podemos agrupar las disfunciones observadas en:

1.Neurológicas

  • Procesamiento de la información lento, que se ha relacionado con problemas con la integridad de la substancia blanca 
  • Neuroinflamación (astrocitos o microglía activada) en estudios de imagen PET
  • Alteraciones en la RM funcional en pacientes sometidos a tareas de memoria.

2.Endocrinológicas

  • Cortisol nocturno, cortisoluria de 24 h y ACTH reducidos en algunos pacientes (sugiere origen encefálico, no adrenal)
  • Alteraciones cardiacas (ECG) que sugieren alteración en el sistema adrenérgico.
  • Hipotensión ortostática.

3.Inmunológicas

  • Citotoxicidad de células NK disminuida 
  • Incremento del nivel o reactividad de citoquinas en sangre 
  • Aumento de incidencia de SFC tras infección por EBV y probablemente otros micororganismos.

¿Cuales son los síntomas del SFC?

El SFC suele comenzar de forma aguda, en personas previamente sanas, sobre todo entre la segunda y cuarta décadas de la vida. En la mitad de los casos, hay un antecedente de infección aguda, generalmente de origen vírico (virus de Ebstein-Barr, Citomegalovirus, Herpesvirus y Parvovirus B 19, como más frecuentes). También se ha observado tras exposición a productos químicos (insecticidas, disolventes) o en situaciones de estrés, tanto agudo como prolongado (acoso laboral, violencia de género, traumatismos físico o psicológico, …). Afecta más frecuentemente a mujeres (entre 3 y 5 veces más).

Los síntomas pueden agruparse en varias categorías:

Fatiga post-esfuerzo

  • Empeoramiento del cansancio tras un esfuerzo físico o mental 
  • Alteraciones neurológicas
  • Alteraciones cognitivas (alteraciones en la concentración o en la memoria a corto plazo) 
  • Dolor: cefalea, dolores musculares o articulares.
  • Trastorno del sueño: alteración del patrón de sueño, insomnio, hipersomnia, sueño fragmentado, pesadillas y sueños vívidos, sueño no reparador, somnolencia diurna.
  • Alteración motora y/o sensorial: alteración subjetiva de la visión, fotosensibilidad, hipersensibilidad al ruido o vibraciones, debilidad muscular, mala coordinación de los movimientos.
  • Alteración inmune, gastrointestinal o urinaria
  • Dolor de garganta, nódulos, náuseas, intestino irritable, nicturia, urgencia miccional.
  • Trastorno energético
  • Inestabilidad ortostática (mareos al levantarse), palpitaciones, taquicardia, dificultad respiratoria, intolerancia al calor.

Ante un cuadro con estas manifestaciones debemos descartar otras causas, incluyendo problemas psiquiátricos y consumo de drogas o fármacos de forma incorrecta. Además, se deberá realizar un adecuado diagnóstico diferencial con enfermedades que pueden provocar síntomas similares, entre las que se encuentran las siguientes:

Cardiopulmonares

  • Insuficiencia cardiaca
  • EPOC

Endocrinas

  • Enfermedad de Addison
  • Diabetes mellitus
  • Hipotiroidismo

Hematológicas

  • Anemia
  • Hemocromatosis
  • Linfoma

Digestivas

  • Enfermedad celiaca
  • Cirrosis biliar primaria
  • Neoplasias

Infecciones

  • SIDA
  • Hepatitis viral
  • Mononucleosis
  • Tuberculosis
  • Enfermedad de Lyme 

Reumáticas

  • Artritis reumatoide
  • Lupus
  • Síndrome de Sjögren

Neurológicas

  • Miastenia gravis
  • Esclerosis múltiple
  • ELA
  • Parkinson
  • Demencias

El diagnóstico del SFC es por exclusión de todas estas causas, ya que no existe una prueba complementaria (análisis, radiografías, etc..) que pueda confirmar la presencia del síndrome, al menos por el momento.

¿Cuál es el tratamiento del SFC?

No existe tratamiento curativo para el SFC y tampoco hay fármacos con una indicación específica. Debemos tener presente que el tratamiento farmacológico puede mejorar aspectos concretos, pero no debe prescribirse aisladamente, dada la importancia de las medidas generales. Son 4 los pilares en los que se basa el tratamiento no farmacológico del SFC:

1. Se debe conseguir un sueño correcto, de forma natural, recurriendo al tratamiento farmacológico si es necesario.

2. Dieta adecuada, descartando intolerancias o alergias. Como regla general se recomienda consumir más frutas, vegetales, cereales, carne magra y pescado, evitando el alcohol, la comida procesada y los conservantes en exceso.

3. La actividad física es imprescindible, aunque debe ser individualizada. Debemos conocer esa “línea invisible” que no podemos sobrepasar. Además es preciso aprender a utilizar el reposo, realizando periodos breves y episódicos, de forma estandarizada.

4. Aspectos cognitivos y de conducta: es muy importante conocer la enfermedad y los factores que la empeoran, así como corregir respuesta maladaptativas. Si tenemos la posibilidad de acudir a sesiones de psicoterapia debemos aprovecharlas.

En cuanto al tratamiento farmacológico, es imprescindible revisar toda la medicación que estamos tomando. Alguno de los medicamentos que tomamos puede estar provocando o empeorando los síntomas, mientras seguramente no están haciendo nada, así que, en muchas ocasiones, la actitud más recomendable es quitar fármacos en lugar de añadirlos. Como reglas generales que se aconsejan, en primer lugar tratemos de no tomar benzodiacepinas pues empeoran el cansancio y son muy adictivas. Si no hay más remedio se tomarán en periodos cortos. Los suplementos vitamínicos pueden venir bien, en algunos casos, como también la coenzima Q, aunque no hay estudios de suficiente calidad que certifiquen su utilidad. Caso aparte es la vitamina D, cuyo déficit es frecuente y puede medirse: si los niveles está por debajo de 30 ng/mL, debe tomarse. En casos de memoria muy baja puede ser útil el pirisudanol, mientras que en casos extremos de fatiga extenuante e incapacitante o bien, si se detectan ciertos trastornos del sueño puede utilizarse un ciclo de prueba con modafinilo y/o metilfenidato.